Vertebroplastia y Cifoplastia
Los métodos de cementación vertebral, especialmente la Cifoplastia han resultado en los últimos años una revolución en el tratamiento de las fracturas osteoporóticas. La probabilidad de complicación de esta técnica es extraordinariamente baja. La técnica supone solo un día de hospitalización y se realiza con anestesia local con una sedación leve.
La Vertebroplastia y la Cifoplastia son dos métodos mínimamente invasivos que estabilizan los cuerpos vertebrales inyectando cemento (polimetilmetacrilato) en el cuerpo vertebral fracturado o debilitado, produciendo así un efecto inmediato de alivio del dolor y evitando complicaciones futuras como el aumento de la deformidad cifótica y el colapso vertebral.
La cifoplastia fue desarrollada en 1998. Esta técnica permite la introducción de balones inflables en el interior del cuerpo vertebral. El inflado de los balones desplaza los platillos fracturados con el objetivo de recuperar la altura vertebral perdida y crear una cavidad que se puede rellenar con cemento.
La cifoplastia fue desarrollada en 1998. Esta técnica permite la introducción de balones inflables en el interior del cuerpo vertebral. El inflado de los balones desplaza los platillos fracturados con el objetivo de recuperar la altura vertebral perdida y crear una cavidad que se puede rellenar con cemento.
En general, la cifoplastia constituye una generación más avanzada y segura que la vertebroplastia porque la creación de una cavidad en el interior del cuerpo vertebral permite la inyección del cemento en un estado más viscoso a baja presión, mejorando la seguridad y disminuyendo la posibilidad de fugas. Además, a diferencia de la vertebroplastia tradicional, permite recuperar la altura vertebral perdida tras la fractura.
Limitaciones del tratamiento con corsé para las fracturas vertebrales por osteoporosis
El síntoma principal de los pacientes que sufren fracturas vertebrales por osteoporosis es el dolor. Tradicionalmente el tratamiento de estas fracturas ha sido conservador. Cuando hay un antecedente traumático reciente, tras la fractura, el dolor se trata con analgésicos y reposo en cama en posición supina con una almohada baja en la cabeza y otra bajo la espalda para forzar la extensión . En muchos centros se suele prescribir la utilización de corsé de modo rutinario, una vez resuelto el íleo paralítico y las posibles complicaciones iniciales. En otras ocasiones el diagnóstico se realiza en la consulta y con frecuencia no hay un antecedente traumático claro. Además de los corsés, son pautas habituales de tratamiento los consejos posturales y los programas de ejercicios destinados al fortalecimiento de la musculatura extensora dorsal, corregir la deformidad postural y mejorar el tono muscular. Indudablemente todos estos tratamientos son de difícil aplicación en los pacientes ancianos, a menudo con morbilidad asociada. El reposo en cama prolongado puede ser muy perjudicial en muchos casos y favorecer la aparición de complicaciones importantes (neumonías, trombosis en miembros inferiores, escaras cutáneas de decúbito, depresión y deterioro neurológico).
El problema habitual de los corsés es que suelen tolerarse mal y frecuentemente son utilizados incorrectamente. Resulta llamativo que muchos enfermos con fracturas tratadas conservadoramente tienen complicaciones relacionadas con el colapso vertebral por la imposibilidad de aplicar un tratamiento eficaz, y su evolución, dependiente de la suerte o el destino, escapa al control del médico. En demasiadas ocasiones el médico verifica en los diferentes controles radiológicos que una vértebra tiene un colapso progresivo, pero permanece expectante ante este hallazgo debido a la carencia de alternativas, esperando sin más la consolidación y la recuperación clínica. La evolución al colapso es relativamente frecuente e imprevisible para el médico, ya que a menudo se produce en casos aparentemente benignos desde el punto de vista radiológico (Figura 2).
En muchas ocasiones el resultado se considera válido una vez que la fractura ha consolidado y el paciente ha mejorado de los síntomas, a pesar de que la deformidad cifótica y las molestias residuales sean considerables. Esta actitud conformista contrasta con el rigor con que la traumatología moderna considera a las fracturas en otras localizaciones anatómicas. Los pilares básicos del tratamiento de cualquier fractura deben ser la restauración de la anatomía, la corrección de la deformidad y la preservación de la función. Conseguir estos fines, sin excesivos riesgos o agresividad quirúrgica en la fracturas vertebrales por osteoporosis, era algo impensable hasta hace poco.